Nos jugamos todo en el primer minuto de una presentación en reuniones o en eventos
- Por Pascale Bang Rouhet
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En Europa nuestra educación ha fomentado timidez y miedo al ridículo. Los principios y valores de nuestra educación nos enseñan a tener humildad, a evitar el protagonismo, a hablar con una voz baja, pocos gestos etc…
Estos principios de “buena educación” son importantes en nuestra vida, pero a la hora de hablar en una reunión o en un evento nos convertimos en un protagonista que debe coger las riendas de la comunicación para ser escuchado.
En Estados Unidos y en Inglaterra los niños tienen cursos de oratoria desde muy jóvenes y están acostumbrados a hacer presentaciones.
La mayoría de los participantes que han hecho mis cursos tienen un alto nivel de nerviosismo y un miedo al ridículo importante.
Nuestra educación ha provocado barreras, limitaciones y poca confianza en nosotros mismos para afrontar estos momentos de máxima exposición personal.
Efectivamente, podemos tener un nivel de autoestima profesional alto, y un nivel de autoestima personal bajo.
A lo largo de mi labor de formadora he trabajado con personas que lideraban multinacionales al máximo cargo y a la hora de hablar en público tenían un alto nivel de nerviosismo a pesar de estar acostumbrados a hacer muchas ponencias.
¿Por qué una persona que domina muy bien el contenido de su ponencia transmite inseguridad y perder impacto? Porque lo que reactivamos a la hora de hablar delante de varias personas es nuestro nivel de auto estima personal que reactiva nuestras dudas sobre nuestro poder de persuasión
El nerviosismo provoca una respiración acelerada, una mirada tensa o huidiza, una voz floja y un ritmo acelerado de palabras, lo que nos quita credibilidad en un momento clave.
La transformación digital que hemos vivido en los últimos años nos ha hecho perder capacidad de escucha, nuestra mente está acostumbrada a gestionar muchas tareas a la vez, a pasar de un tema a otro y si el orador no capta la atención del Público en el primer minuto, el público se va a desconcentrar.
¡Esto quiere decir que todo se gana en el primer minuto! El orador debe arrancar con mucha energía vocal, entonaciones, expresividad en la cara amena, debe ya buscar el público y coger las riendas de la comunicación.
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